MANUEL MOLINA DOMÍNGUEZ - Abogado
Leo en ´Días de Palma´ la noticia de que han encontrado a dos perros, macho y hembra, que llevaban semanas abandonados -encerrados- en la terraza de un edificio de nuestra ciudad. En pleno agosto, y sin agua ni comida. Uno de ellos, todavía vivo. La otra, muerta; de hambre y -sobre todo- de sed, y ya con el vientre hinchado, después de una prolongada y terrible agonía fácilmente imaginable. Fue el adelantado Lord Byron quien afirmó que cuanto más conocía a los hombres, más quería a su perro. Yo conozco muy bien a mi perro. Es un pequeño ejemplar de raza indefinida. Lleva conmigo, o yo con él, casi once años. Hemos pasado juntos muchos momentos importantes de la vida de los dos. He vivido su juguetona infancia, su alegre adolescencia, su serena madurez, y hemos entrado ya en su tranquila y un tanto achacosa vejez. Hemos compartido a lo largo de estos años momentos buenos y otros malos. Me ha acompañado en mi alegría y en mi pena, en mis celebraciones familiares y también en los momentos de soledad.Ha vivido la feliz llegada de mis hijas, que le destronaron como pequeño rey de la casa. A pesar de ello, "adoptó" a las niñas como si fueran suyas. Se empeñó en dormir junto a su cuna los primeros días, y las defendió de imaginarios peligros que eran reales para él. Intentó protegerlas -como un diminuto pero valiente guardián- de los que él consideraba potenciales agresores de "sus" niñas, y en realidad no eran más que amigos que venían a casa a conocerlas. Posee -como así mismo escribió Byron en el epitafio a su perro- "la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, y el valor sin la ferocidad", y tiene "la grandeza de los grandes hombres y ninguno de sus defectos". No sé cuanto tiempo le queda de vida. Pero supongo que no demasiado y, desde luego, muchísimo menos de lo que yo desearía. Cuando le encontré (él también fue un perro abandonado), según el veterinario, tenía entre uno y tres años.Ha sido, y es todavía, un noble y leal compañero. Lealtad canina, que solo pueden entender totalmente aquellos que han tenido un perro alguna vez, y lo han considerado algo más que una mera pieza de mobiliario o un elemento ornamental. Cuando yo era pequeño, leí otro artículo que me impactó. Se refería a un proceso penal en el que se juzgaba a un hombre que, en un momento de borrachera, le había cortado las orejas a su pastor alemán con unas tijeras. Se celebró en el extranjero. Sólo recuerdo que se trataba de un país europeo, y que en el mismo ya se juzgaba a la gente hace treinta años por maltratar animales. Lo que me más impresionó fue que, a mitad de juicio, cuando hicieron entrar al perro para poder examinar el resultado de la salvajada, el animal se soltó de su provisional guía, y se dirigió raudo y veloz hacia el banquillo del acusado. Pero no para atacarle (lo que habría sido una reacción muy "humana"), sino para lamerle las manos.Por todo ello, siempre he pensado que en España a los que maltratan animales les salen todavía demasiado baratas sus acciones. Incluso a quienes son capaces de perpetrar actos tan atroces como el mencionado al principio. En la práctica, una multa y poco más, como autores de una "falta". Como mucho, "los que maltrataren con ensañamiento e injustificadamente a animales domésticos causándoles la muerte o provocándoles lesiones que produzcan un grave menoscabo físico" podrán ser castigados con "pena de prisión de tres meses a un año" (artículo 337 del C.P.). Pena que, por su levedad, en caso de carecer de antecedentes penales, el maltratador no cumplirá. Por otra parte, ¿qué significa "con ensañamiento ´e injustificadamente´ "? ¿quizá que uno sí puede ensañarse "justificadamente" con un animal doméstico? Es decir, que ¿en ocasiones ese ensañamiento estaría "justificado"?Sin duda, la reciente reforma del Código Penal que introdujo la redacción de dicho artículo ha supuesto un cierto avance formal al considerar tales acciones como delito. Pero, en la práctica, la ley es aún excesivamente permisiva con semejantes individuos. Y ello sin contar con que sigue siendo demasiado fácil adquirir un animal de compañía, sin ninguna garantía de la idoneidad y responsabilidad del adquirente para hacerse cargo de aquel. Quizá siglos de una mal entendida "civilización" nos han hecho creernos, de verdad, los reyes de la creación. Pero "reyes absolutistas" -con todo lo que ello implica- con respecto a los demás seres vivos. Después de leer la noticia de los dos perros encerrados hasta la muerte -sin comida ni agua- en esa terraza de Palma, miré instintivamente a los profundos ojos de mi perro. Él me devolvió la mirada, como siempre, con devoción infinita. Y yo sentí vergüenza de pertenecer a mi especie.
2 comentarios:
Al igual que hay perros buenos y malos también hay personas buenas y malas y nunca sentiré vergüenza de pertenecer a esta especie.
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